Divergir, para converger
Chile pasa por uno de los procesos políticos -y de diseño- más importantes de su historia.
Después de meses de trabajo se ha redactado el borrador de una nueva constitución que parecía reunir y unificar las demandas de la sociedad en una sola voz.
Como era de esperar, existió una correlación directamente proporcional entre la dificultad de hacer converger todas estas voces en un texto que fuese capaz de dejar a todos contentos; y es que hay varias similitudes con el proceso de diseño, que aunque no queramos reconocer, dejan en evidencia el porque los nuevos productos pueden fallar, aunque su intención inicial sea muy buena.
Lo primero es entender que ningún producto deja feliz a todos los potenciales usuarios de este; siempre que un proceso de diseño representativo del usuario se enfrenta a este como prototipo, habrá en algún grado, una discrepancia entre las ideas de lo que debe ser y lo que realmente se ha logrado.
Productos como una constitución -y permítanme llamarla de este modo sin querer faltar el respeto a lo que representa- es de ese tipo de cosas que de alguna forma debes consumir aunque no quieras, esperando beneficiarte de sus cualidades. Y es quizás este el temor que los nuevos consumidores de este producto no están dispuestos a aceptar.
Lo segundo es – que yo sepa- ningún producto suele ser validado por los usuarios mediante consulta para ser lanzado. Existen focus groups, grupos de prueba, sondeos de mercado, etc. pero jamás nunca una empresa valida su proceso en relación con las decisiones del consumidor, ya que -convengamos en esto- este nunca estará ciento por ciento satisfecho con el resultado. La muestra es tan amplia que dejarlos contentos a todos, es algo casi imposible y como una constitución no debiese ser impuesta, claramente, esta sujeta a este tipo de situaciones.
Lo tercero; tiempo y dinero, cosas que a nadie les sobra y menos cuando el desarrollo del producto se hace con el dinero del cliente; otros punto mas para que este este inquieto y preocupado de que el resultado sea de su agrado.
Más allá de los resultados electorales, debemos entender que los grandes proyectos son antes que nada procesos y como tal están sujetos a etapas de divergencia y convergencia. Al igual que el modelo del doble diamante, que en su esencia recoge las etapas del Design Thinking, debemos -necesariamente- pasar por todas estas etapas, ya que sin divergencias es imposible recoger toda la información y generar un contexto sobre el cual comenzar a definir un brief donde converja todo lo recabado, para volver a iterar de ser necesario, hasta llegar a una nueva etapa de divergencia, ahora de soluciones factibles sobre lo ya definido, hasta lograr un prototipo que pueda ser validado.
Nadie dijo que un proceso democrático fuese sencillo, solo que – al igual que con el diseño- debemos estar dispuestos a iterar hasta que entre todos podamos construir el mejor producto que merecemos. Es parte del diseño social y participativo, del cual debemos hacernos cargo como sociedad. No es fácil ponernos de acuerdo, solo es cosa de tiempo.
Todos los caminos se unen en el horizonte común.
Rafael Chávez S.
Director – El Diario Diseño
Diseñador Industrial/Máster en Diseño