¿Diseñar la felicidad?
El 20 de marzo se celebraba el Día Internacional de la Felicidad, instaurado por la ONU, para resaltar la importancia que tiene la felicidad como parte fundamental e integral en el desarrollo emocional de todo ser humano.
Hace más de 40 años en Bután se instaura el indicador de felicidad bruta (FNB) el que se usa hasta hoy para medir los niveles de felicidad de los países y que analiza factores como el bienestar psicológico, el uso del tiempo, salud, educación, estabilidad gubernamental entre otros.
Algo que en general se ve interesante y de lo que podemos sacar muchos datos y conclusiones. Lo único terrible de todo esto es que suele quedar en un muy detallado estudio de variables, pero poco se hace por intentar al menos el buscar soluciones a las causas de nuestra infelicidad.
Quizás países que se encuentran en la parte superior de estos rankings puedan sentir orgullo de el trabajo que han hecho para estar ahí, pero países como Chile quien se alza en el lugar 43 de 156, necesite de mas explicaciones para saber cómo llegó ahí. ¿Qué nos hace felices?
Los chilenos, solemos jactamos de ser un país “ordenado y estable”, pero la verdad es que antes de sentir orgullo por el puesto que nos ha tocado, es preferible comenzar a revertir los supuestos y entender que es lo que hacemos por solucionar los problemas que nos tienen ahí y no en el primer lugar.
Después de un estallido social que expresó claramente cuales son nuestros puntos de dolor e insatisfacción; de haber pasado dos años de pandemia mayor mente encerrados y de haber decaído en nuestra salud mental y social, hablar de felicidad es por lo menos un tanto difícil.
Hace pocos días se conocía la noticia de un nuevo suicidio desde el Mall Costanera Center, donde ya es lamentablemente común que este tipo de actos sucedan. Esta vez fue una niña de 15 años…
La torre símbolo del consumismo y de la gloria del éxito del modelo económico del libre mercado, se ha convertido en la tumba de quienes aun pudiendo tenerlo todo, parecieran solo tener un enorme vacío y dolor de vivir; una contradicción casi poética y cruel, aunque lo mas cruel es ver que a pesar de que ya ha sucedido mas de 15 veces, ni el centro comercial, ni muchas de las personas que transitan por sus tiendas pareciera importarles lo más mínimo lo sucedido.
Hoy contamos con una crisis de empatía, centramos nuestra felicidad en valores hedónicos, donde el llenarnos de productos pareciera ser la única medicina efectiva ante tanto problema de salud mental, depresión, ansiedad y presión por cumplir con un falso modelo de bienestar; ese mismo que nos coloca en el lugar 43 de 156.
Seguimos preocupándonos mas por el qué dirán que por el que nos hace mal, de cumplir los sueños de los demás antes que los nuestros y, de meternos en un molde de normalidad ante el temor de un juicio social.
Es terrible ver que el diseño solo pareciera ser un espectador mas de todo esto y, que su utilidad se siga viendo limitada a la aplicación estética, limitada y supeditada a los designios de la moda, el mercado y toda nueva tendencia o moda imperante, que no sacia su hambre de nuevos productos de poco valor, pero mucho deseo para sus ansiosos clientes.
Hoy el diseño tiene el poder de generar cambios de conciencia social, de impulsar políticas publicas en la materia; de generar conciencia y educar, aunque sea de forma indirecta, sobre la relevancia que el querernos, entendernos y aceptarnos a nosotros mismos es mas importante que el nuevo producto de moda. Como bien nos decía Victor Papaneck; “El principal inconveniente de las escuelas de diseño puede ser que enseñen demasiado diseño y poco entorno social, económico y político donde se manifiesta el diseño”, parece que hemos olvidado que crear valor, requiere de conocer las necesidades y su contexto.
¿Podremos ganarle a esta crisis de verdadera felicidad?, ¿Podremos diseñar para ella fuera de un modelo hedónico? Solo el verdadero valor de una solución nos dará la razón.
Rafael Chávez S.
Director – El Diario Diseño
Diseñador Industrial/Máster en Diseño